Garabatos #31 | Escuchar, escribir, ser
Escribo sobre los cambios que son necesarios. Sobre los cambios que acaban imponiéndose, aunque los retrases, si decides escuchar y escucharte.
Es curioso cómo funcionamos.
Hace casi dos meses empecé un camino de conocimiento personal. Autoconocimiento, si te gusta más. Hace ya demasiado tiempo que me grito que necesito un cambio. Lo sé y lo siento muy adentro.
Recuerdo a Lorena decírmelo en el viaje que hicimos a Fuerteventura en 2012. Ese viaje, decía yo, fue también un viaje a mi interior. Un viaje para escucharme.
Y lo hice. Y, a medias, lo sigo haciendo. Pero cuando resurge la urgencia del cambio, me tapo los oídos, me acaricio y me digo, como una madre le dice a una hija a la que quiere proteger, que lo que dices está muy bien, pero ¿y todo lo que tienes? ¿Por qué no lo valoras? Un trabajo está para ganar dinero. Y lo tienes.
Y lo tengo. Y me calmo. Y dirijo escucha y mirada hacia afuera. Y cuando no puedo más y otra vez me grito por dentro, giro la cabeza, cierro los ojos y me digo que no. Que ya hablaremos, que ahora estoy ocupada. Y ocupada me mantengo días, semanas, meses y años.
Y llegaron los 44.
Y Antonio me escribió para felicitarme. ¿Cómo estás, Tamara? Y yo respondí casi sin pensar: creo que necesito un coach.
Y en ello estoy. Desde hace casi dos meses. Con Antonio, mi coach.
Para escucharme decir que no es que necesite un trabajo que me permita la escritura -que no es lo mismo que la redacción-. Que ni siquiera es eso. Lo que necesito es disponer de mi tiempo, de mi vida, para escribir. Para escribirme. Para escucharme.
A esta edad he descubierto que sé escuchar de forma activa a los demás, pero que a mí no me sé escuchar si no escribo. Que estoy acostumbrada a atender a muchas personas, casi a cualquier persona. Pero que no presto atención a mis propias necesidades.
Que siempre me dejo para después.
Aunque ese después sean meses, años, un buen trozo de vida.
Y no está bien -o quizá, sí- que a estas alturas de la vida me dé cuenta de que no estoy en mi lugar. Que me lo replantee todo. Que a esta edad tenga que aprender a escucharme y a hablarme. O a confiar en que todavía puedo comenzar un nuevo camino, piedrecita a piedrecita.
Carta a carta.
Conversación a conversación.
Paso a paso.
Por eso, quizá, a partir de ahora notes que estas cartas serán distintas. Porque quiero que el cambio empiece aquí. Contigo que lees. Contigo que, con suerte, escribes y me entiendes.
No sabes hasta qué punto vosotros, tú, seáis los que seáis o seas quién seas, eres importante para mí. Y la mirada se me vuelve hacia afuera. Pero ese afuera, esta vez, es también un adentro.
Un abrazo,
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“Nos hacemos sabios no por el recuerdo de nuestro pasado, sino por la responsabilidad de nuestro futuro”
-George Bernard Shaw-
A lo mejor es a los 44 cuando empieza todo. A lo mejor nos contaron mal los cuentos. A lo mejor, incluso, estamos en Fuerteventura y sabemos, en secreto, que siempre estamos a tiempo. (A lo mejor hasta aparece la señora).
Te quiero.
Sí que se te echaba de menos. Últimamente oigo mucho eso de necesitar cambios y lanzarse a escribir. Me rodeo de buenas contadoras de historias. Ánimo. A lo que te pida el cuerpo.