Garabatos y cuentos #11 | Ser madre
Escribo sobre la maternidad, el amor y los sacrificios de tener hijos.
Hace dos años nació mi hija. No sé de dónde exactamente sale el amor que siento por ella. Pero nace de muy adentro: de la tripa, de los pulmones, del corazón. Se siente purísimo. La miro y me quedo embelesada con todo lo que hace, dice, ríe, duerme, canta, llora. Antes de que naciera, escribí en un cuaderno dedicado solo a ella que no deseaba que mi hija diera sentido a mi vida. Y lo decía porque no quería cargarla con esa responsabilidad: la quería libre. Pero, de algún modo, reconozco que dos años después sí da un sentido tremendo a mi paso por aquí. De lejos es lo mejor que he hecho con mi tiempo.
Sin embargo, recuerdo su llegada al mundo como un momento terrible para mí. Me sentí completamente desbordada. Mi hija nació en plena pandemia y los médicos nos recomendaron que los familiares se abstuvieran de visitarnos durante las primeras semanas. Éramos primerizos y esa falta de ayuda pronto se transformó en desolación. Aquellos días los vivimos con angustia. Juntos y repartiendo siempre las tareas, pero con angustia. Especialmente por mi parte. Me acuerdo de que sufrí una crisis de identidad. De repente ya no era Tamara, periodista y editora de vídeos, a la que le gustaba escribir, leer e ir al cine… sino Tamara, una madre desastrosa y ojerosa, que apenas se duchaba, que se pasaba los días en pijama, desesperada, mientras escuchaba a su bebé llorar.
Luego todo se normalizó. Volvimos a dormir, a ver a familiares y a amigos, el médico me reguló la dosis de hormona tiroidea, me enamoré de mi hija... pero sentía que era incapaz de escribir sobre ella. Busqué explicaciones en cualquier rincón de mi historia personal. Me sentía culpable por no encontrar inspiración en alguien a quien adoraba de una forma tan visceral.
Un tiempo después, aquello también pasó. Mi creatividad despertó renovada y, por fin, comencé a escribir una serie de textos basados en mi experiencia con la maternidad. Unos textos dedicados a Alicia, mi hija. Supongo que algún día los compartiré contigo, si quieres.
Todo esto te lo cuento porque Libros del Asteroide ha editado por primera vez en castellano un libro que me ha recordado bastante a lo que yo sentí cuando nació mi pequeña. Se titula ‘Un trabajo para toda la vida’ y su autora, Rachel Cusk, lo escribió durante el embarazo y los primeros meses de vida de su hija mayor.
Cuando lo publicó, en 2001, a muchas personas les pareció ofensivo. Hubo un columnista que, incluso, llegó a solicitar que los servicios sociales se hicieran cargo de las hijas de la autora. En realidad, es el Estado el que debería hacerse cargo de ese señor. Porque lo que Cusk explica es algo que experimentan o han experimentado muchas otras mujeres, aunque no siempre nos sintamos cómodas reconociéndolo. Mucho menos escribiéndolo y publicándolo. Habría que plantearse por qué. Por qué solo se nos permite hablar de la maternidad dentro de unos márgenes, por qué resulta ofensivo describirlo desde una perspectiva femenina o, al menos, personal. Por qué no nos gusta reconocer que casi siempre -o mucha veces, o en ocasiones…- existe un desdoblamiento entre la que fuiste y la que eres (aunque quizá no con la que serás) y que eso no siempre es fácil de encajar.
Al igual que yo en esos textos de los que te hablé antes, uno de los objetivos de Cusk era contar la maternidad desde un punto de vista adulto, liberando de culpa a las madres, mostrando todas las complejidades que para las mujeres implica algo tan maravilloso como tener descendencia. Y todo esto va más allá de la conciliación, que hasta que fui mamá me parecía el mayor de los desafíos de tener un hijo.
Me hubiera encantado leer a Cusk hace tres o cuatro años. Quizá así me hubiera asustado menos al conocer a la persona más importante de mi vida.
Espero que estés muy bien.
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La delicadeza inspira todas tus líneas. Los miedos, las culpas, las dudas se disipan ante la grandeza de lo que significa tu elección. Yo no soy madre, soy padre, y no es que la vida te cambie, es que un hijo(en mi caso hija ),hace cambiar toda la vida. Es el mejor amor, es el amor verdadero en que quieres lo mejor para la otra persona,......que mayor amor que querer lo mejor para lo mejor que te ha dado la vida.Bellas palabras.
Qué bien redactado. Y un tema interesante muy. Enhorabuena a Alicia.
A lo peor los servicios sociales tienen más trabajo entre algunos columnistas cafres.