Garabatos y cuentos #18 | La niña que fui
Hoy te escribo sobre la autoestima y por qué nunca es tarde para quererse un poco más.
Ayer estuve revisando las cajas que mi padre me guarda en su casa. Esas cajas que no encontraron acomodo entre mudanza y mudanza y acabaron acumuladas en un sótano. Buscaba libros que donar a la ONG Aída, de la que ya te he hablado en alguna carta, pero me topé con un montón de emociones que también habían quedado sepultadas entre todo ese cartón. Y me hinché a llorar. Me desaté. Inesperadamente.
Últimamente necesito mucho llorar. Cuando estoy en mi día a día no me doy cuenta de ello. Miro hacia adelante con mis orejeras de yegua, sin detenerme a ver nada más. Me concentro en mis tengo ques. Intento quedar bien con esos conocidos que apenas conozco. Me ridiculizo para hacerles reír. Es una habilidad que nunca se me hadado mal del todo. Pero cuando conecto conmigo, últimamente, lloro. Y, ayer, como decía, se me anudó la garganta al encontrar un corazón de arcilla que seguramente esculpí en el colegio, aquella peonza que pinté de colores y que tanto me costaba hacer bailar en el patio del recreo, una maquinita azul anterior a mi primera Game Boy con la que pasé infinitas horas, una cajita de regalices llena de sellos que lo mismo hoy me sacan de pobre, un joyero heredado de mamá…
Sentí unas ganas tremendas de cuidar a esa niña que fui. De explicarle tantas cosas, de abrazarla, de orientarla. De enseñarle que lo realmente importante no era aquello donde iba a depositar su atención, sino todo lo que habría mucho más cerca. Sentí ganas de arrancarle esas orejeras para siempre. De recordarle todo lo que ella valía por sí misma y convencerla de que dejara de fabricarse esa máscara con la que intentaría esconder su vulnerabilidad durante tantos años. Le diría que se escuchara, que fuera ella, que no dejara que esos libros con los que sus padres intentaban expandir su mundo, acabaran limitándolo. Que siguiera su intuición. Lo bello. La prepararía para gestionar el dolor. Y para que este no la transformase en una persona distinta de la que era entonces.
Le aconsejaría que viera menos la televisión, que no se creyera el amor que viera en las películas. Le explicaría que hay toda una industria centrada en hacernos sentir más feas de lo que somos, más gordas, menos atractivas, menos fuertes. Que las canciones que no hablan de amor, a veces son las más bonitas. Que fumar y beber no merece la pena. Al menos, para el consumidor. Le pediría que no se acomodara. Le ayudaría a buscar clases de pintura o de música más allá de su barrio. Y un gimnasio donde practicar voleibol. Le pediría que, cuando pasaran unos años, prestara más atención a sus padres y a su hermana. Y que aprendiera a decir no. A defenderse, a cuidarse y a ser menos manipulable. A no pensar que su momento siempre sería mañana.
Me siento mayor desde que tenía 21 años. He tenido una vida llena de días maravillosos que creo que no he sabido apreciar hasta que han sido pasado. La sensación de llegar tarde a todo, pese a mi puntualidad en cada cita, ha sido una constante en mi vida. También la de buscar la aprobación fuera de mí. Y la de dar por sentado que todo lo bueno que me rodeaba estaba asegurado para siempre. He vestido de seguridad mis inseguridades. De certezas lo que nunca experimenté como cierto. Me he traicionado para hacerme pasar por quien no he sido jamás. Y lo peor es que, siendo así, con frecuencia otras personas me han identificado como líder.
Ojalá pudiera besar a esa niña, decirle que todo le irá bien y llenarla de coraje. Pero de coraje de verdad.
Hoy beso a esta cuarentona y le recuerdo que aún está a tiempo de comerse el mundo. Y le permito que se escuche. Y que llore cuando lo necesite.
Mi blog | Instagram | Twitter | TikTok | ¡NUEVO! Canal de Telegram
“Ojo a las situaciones inesperadas. En ellas se encierra nuestra gran oportunidad.”
-Virgilio-
Y seguro que después de terminar de escribir se te ha escapado una lagrimilla. Además, si otras personas te han identificado como líder, SU líder, es porque a pesar de las máscaras o las inseguridades disfrazadas han podido ver que eres un referente.
Pero qué bella manera de dejarte ser lo que sí eres ❤️ Y qué bonita manera de abrir las puertas para que esa niña respire tu aire nuevo. Enhorabuena.