Ya te he contado alguna vez que me gusta llevar un cuaderno siempre conmigo. Hay etapas en las que el cuaderno -o la libreta o la agenda- es solo una carga más en la bolsa. Pero hay otras veces en las que anoto ideas y pensamientos de manera compulsiva. Apunto tantas cosas que incluso olvido que lo escribí.
El otro día leí uno de los textos de hace un año. Decía así:
“En agosto fuimos a la playa. Fue la primera vez que la pisábamos desde que comenzó la pandemia y, por tanto, la primera vez que íbamos desde que nació Alicia. También fue la primera vez que lucí en público una nueva redondez en mi figura: la de una tripa que todavía no he conseguido bajar desde el embarazo y que sospecho que me acompañará durante mucho tiempo. Creo que ahora soy capaz de adivinar si una mujer ha sido o no madre solo con mirar su cuerpo”.
Estaba en lo cierto. Diástasis aparte, empiezo a creer que nunca volveré a tener un abdomen plano. Luego escribía:
“Bueno, jamás sería capaz de adivinarlo en el caso de Pilar Rubio o de María Pombo. Las tres tuvimos hijos al mismo tiempo y nunca, jamás, sentí que estuviéramos pasando por la misma experiencia. ¿Haciendo ejercicio horas antes de dar a luz? ¿Posando ante las cámaras a las pocas semanas de parir? ¿Sin loquios? ¿Sin depresiones? ¿Sin puntos, diástasis o grietas en los pezones?”
No hace mucho vi un vídeo en el que una psicóloga defendía que las mujeres con una alta visibilidad en medios y redes deberían mostrar una imagen más real de lo que supone la maternidad. Decía que esta etapa tiene sus tiempos y que una recuperación así de rápida no es saludable para la madre. La prisa por borrar todo rastro del embarazo y del parto, explicaba, refuerza la idea de que solo la mujer joven, que se amolda a unos cánones estéticos determinados, es bella.
Estas mujeres viven de su imagen y cada una puede hacer lo que quiera con su vida. Pero entendí bien a qué se refería la terapeuta. Mi texto seguía así:
“Recuerdo que un día, hará un año, fuimos a comprar a un supermercado. Al pasar por el quisco de prensa vi a María Pombo presumiendo de maternidad en la portada de la revista ‘Hola!’. Estaba radiante, preciosa, como una niña con un juguete nuevo. Yo la miré a través de mis gafas, con mis pelos de loca y las cejas -y cualquier parte de mi cuerpo- sin depilar. Y en ese momento comprendí cómo el capitalismo deforma la idea de la maternidad hasta convertirla en una especie de bien de consumo, pero desprovista de todo lo que la hace real. Las ‘influencers’ lucen sus embarazos embutidas en vestidos exquisitos; las famosas venden las exclusivas de sus adorables bebés: retoños sin escarlatinas, sonrientes, sin cólicos, redondos, sin mocos, sin virus, vestidos con trajecitos siempre limpios en habitaciones de ensueño. Es como si se hubieran comprado un iPhone nuevo o un cachorrito lindísimo. Esta idealización enmascara una etapa vital que puede ser durísima, que te pone a prueba, que es un terremoto para tu identidad y una hecatombe para todo lo que habías sido antes de convertirte en madre.”
A esto le añadía:
“La maternidad no solo deforma tu barriga puede que para el resto de tu vida. Te pone la vida del revés. Te priva del sueño, del tiempo. Donde antes había series de Netflix, ahora hay purés de verduras. Donde había duchas diarias, ahora hay cambios y más cambios de pañales cagados. Y esto que digo es mucho más real que todas las fotos que veas de mamis famosas en Instagram.”
Y, luego, a pesar de mi indignación, concluía:
“Lo extraño es que, aun así, compensa.”
Y por supuesto que compensa. Ser madre es lo mejor que he hecho en mi vida. Lo más importante. Una tardía vocación que poco a poco ha encontrado un hueco saludable e imprescindible en mi vida. Mi cuerpo no ha vuelto a ser el mismo, es cierto. Pero mi vida afortunadamente tampoco. Nunca fue tan divertida ni tan colmada de amor como lo es ahora. Sigo durmiendo regular. Pero tampoco es algo que me quite el sueño :)
El último párrafo del texto era este:
La sociedad, la cultura, el entretenimiento, la política, el ocio, la industria de la puericultura (y esta no-ideología) no están enfocados en las mamis. Sí en su consumo. Pero no en que se cuiden, en que las cuidemos y en que puedan cuidar y criar seguras a sus bebés.
Ojalá esta reflexión que escribí pueda servirte de ayuda a ti o a mujeres que conozcas.
Un abrazo,
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📚 Te dejo la lista actualizada de los libros que quiero leer. ¿Alguna recomendación?
“No hay ser humano, por cobarde que sea, que no pueda convertirse en héroe por amor”
-Platón-
Cuánta razón, amiga. Me he sentido completamente identificada ❤️❤️❤️